Otoño

La energía que el otoño nos trae es propicia para la limpieza interior, dejar caer, dejar partir, dejar ir... hacernos concientes del otoño nos posibilita tomarnos de su mano para iniciarnos en la práctica del desapego, una virtud del alma.

Si sintonizamos con esta fuerza podemos vernos desde la esencia del árbol y vivenciar nuestros problemas, aflicciones, situaciones conflictivas, miedos, bloqueos, condicionamientos, ideas limitantes, como si... fueran hojas.

Aquí es necesario entonces, y sólo entonces, conectar con la ancestral sabiduría de la naturaleza que se recicla a si misma. El árbol no resiste al otoño, lo vive... no lo provoca, lo experimenta... no lo padece. El árbol no pierde todas sus hojas el primer día del otoño, ni siquiera la primer semana o el primer mes, el árbol... transita cada otoño, sabe que este lo lleva a otra instancia. Lo vive día a día, él mismo se hace otoño y deja partir cada hoja a medida que estan listas para seguir su ciclo vital, porque cada hoja en su caída va rumbo hacia su propia transmutación.

El árbol quedará desnudo, esperando la nueva primavera para vivir una nueva transformación, cada hoja, caída y muerta volverá a la vida en forma de nutrientes para la tierra y los seres que viven en ella y para el propio árbol que la dejo partir, asi... sin más... en un ciclo de sabiduría infinito.

El árbol se recrea asi mismo una y otra vez, y se me ocurre que así deberíamos poder hacer nosotros si lograramos vivir desde la sabiduría del árbol, pues entonces cada experiencia, cada dolor, cada relación trunca, cada instancia difícil, cada enfermedad nos aportaría los nutrientes necesarios para volvernos más sabios, más serenos, más concientes, más presentes.

Otoño... Cuaresma... ¿Qué más da?, lo importante, lo esencial es... saber soltar... dejar ir, aprehender la práctica del desapego.